sábado, 22 de agosto de 2020

- Cadés-Barnea en el desierto


Cadés-barnea
En el segundo año del éxodo de Egipto, los israelitas partieron de Hazerot y acamparon en Qadés-barnea. (Números 10:11, 12, 33, 34; 12:16; 13:26.)
Durante casi dos años habían acampado alrededor del monte de la ley, cuando les llegó el mensaje: “Habéis estado bastante tiempo en este monte. Volveos e id al monte del amorreo… entrad y poseed la tierra que Yahweh juró dar a vuestros padres” (Deut 1:6-8).
1-El viaje del Sinaí a Cades Barnea (Números, 10:11-12:16)
Comenzó entonces la marcha hacia Canaán, y en once días habían llegado a Cades-Barnea, en la franja sur de la frontera con la tierra prometida. El plan de Dios era introducirlos directamente allí.
La partida de Israel (10:11-36). Israel comenzó la marcha en perfecto orden militar, cada tribu en su lugar, las banderas en alto y todos conducidos por la nube (10:1, 2, 33-36).

Los israelitas han llegado a Cades en la frontera de Canaán. Ahí Dios confirmó su propósito de darles la tierra prometida. Todo lo que tenían que hacer era conquistarla y tomar posesión de ella. Pero fracasaron por su incredulidad y tuvieron que estar 38 años en el desierto. Fue la hora crítica en la historia de Israel en el desierto.
Cades-Barnea en el desierto de Paran
El descontento del pueblo y el desánimo de Moisés (Cap. 11). Las murmuraciones registradas en Números son ocho. Comienzan en esta sección con quejas en los extremos del campamento, luego lamentos en el campamento mismo, y finalmente críticas de parte de María y Aarón. Cada vez se destaca Moisés como el intercesor abnegado. Las quejas (11,1-9). Se encuentra en parte la causa del descontento (11,4). El olvido y la ingratitud del pueblo es evidente. No entendían que si eran fieles pronto estarían disfrutando de los productos de la tierra prometida.
La pesada carga de Moisés (11,10-15). Moisés se sentía frustrado, impotente, cansado, impaciente y deseoso de dejar su tarea. Muchos de los más nobles varones de Dios han tenido a veces la misma experiencia.
El descontento del pueblo y el desánimo de Moisés (Cap. 11). La respuesta divina (11,16-23) Los setenta ancianos (11,16, 17, 24, 25). La nobleza de Moisés (11,26 30)
Las críticas de María y Aarón (Cap. 12). Hablaron contra Moisés a causa de la mujer cusita que había tomado. Esto provee a María y Aarón un pretexto para que traten de cuestionar la autoridad de Moisés (vs.1-3).
2-El fracaso en Cades-Barnea por la incredulidad (Números, caps. 13, 14)
En Cades-Barnea (justo en los límites de la tierra prometida) su fe se tambaleó nuevamente. 
Fueron a Moisés y le propusieron que enviara espías a fin de que investigasen si la tierra era buena, y si iban a ser capaces de poseerla. Su petición evidenciaba que no creían a Dios, pero les fue concedida.
Luego Moisés envió doce espías a la Tierra Prometida, diez de los cuales volvieron con un mal informe, lo que resultó en que la murmuración rebelde se extendiera entre los israelitas. Por lo tanto, el Señor sentenció al pueblo a vagar por el desierto.
Debido a su rebelión se encendió la ira del Señor y los envió al desierto por 38 años más: “En cuanto a vosotros, vuestros cuerpos caerán en este desierto. Vuestros hijos andarán pastoreando en el desierto cuarenta años, y cargarán con vuestras rebeldías, hasta que vuestros cuerpos sean consumidos en el desierto. Conforme al número de los días, de los cuarenta días que empleasteis en reconocer la tierra, cargaréis con vuestras iniquidades: cuarenta años, un año por cada día. Así conoceréis mi castigo” (Núm 14:32-34).
Cades-Barnea en el desierto de Paran
Elias va a Beerseba para salvar su vida, y luego al Sinaí
El rey Acab permitió que su mujer diera las órdenes de matar inmediatamente a Elías. «Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo; Así me hagan los dioses, y aun me añadan si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos» (1 Reyes 19:2). El mensaje amenazante tomó a Elías por sorpresa. Pensó que contaba con el apoyo firme del arrepentido rey Acab. Se sintió traicionado por él y solo vio la ira ciega de la reina. En ese momento ya habían soldados dirigiéndose contra él y su fe vaciló – no quería morir. Él sabía cuánto lo odiaba Jezabel que no habría lugar para la misericordia.
A pesar de ser un gran profeta, no era un superhombre y su fe no era perfecta todo el tiempo. «Viendo, pues, el peligro, se levantó, y fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado» (1 Reyes 19:3).
«Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Eterno, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. 
Y volviendo el ángel del Eterno la segunda vez, lo tocó, diciendo: “Levántate y come, porque largo camino te resta. Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios» (1 Reyes 19:4-8). De este modo, Dios nunca perdió de vista de su deprimido siervo, y lo preparaba para una gran lección. La comida sobrenatural lo sostuvo por 40 días y noches, y viajó los 120 kilómetros hasta Horeb, el monte Sinaí, donde Dios había revelado su ley, que incluía los 10 mandamientos. Ahora le enseñaría a Elías algo más de su naturaleza.
«Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra del Eterno, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? Él respondió: He sentido un vivo celo por el Eterno Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han dejado tu pacto, han derribado tus altares, y han matado a espada a tus profetas; y sólo yo he quedado, y me buscan para quitarme la vida» (1 Reyes 19:9-10).).


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